(de Santo Tomás de Aquino)
Dios eterno y Todopoderoso, me acerco al Sacramento de tu Hijo Único, Jesucristo.
Muéstrame, Señor tu bondad infinita y cura mis
debilidades, borra las manchas de mis pecados, ilumina mi ceguera, enriquece mi
indigencia y viste mi desnudez, a fin de que pueda recibir en el pan de
los ángeles al Rey de reyes y Señor de los señores con toda reverencia,
arrepentimiento y amor.
Concédeme Padre lleno de amor llegar a contemplar, al
término de esta vida, cara a cara y para siempre a tu amado Hijo Jesucristo, a
quien voy a recibir hoy, oculto en este Sacramento.
Tomás, moribundo, penosamente se arrodilló y dijo:
¡Te recibo a Ti, Verdadero alimento de mi peregrinación!
¡Te recibo a Ti, Único Bien de mi Redención!